vendredi 5 août 2011

Archives

El señor vino porque no quería morirse sin recordar como era. Se lo dijo a la archivista. Que quería ver como había sido su esposa, después que su casa se había incendiado, después que ni siquiera una mísera fotografia había escapado de las llamas, las mismas que aún seguían quemando sus cartas durante la noche, cuando ya no podía ni escribir o dibujar el tímido rostro que se le escapaba entre las manos y que él había estado intentando aferrarlo durante tantos años, 70 para ser precisos, de acomodar orejas, sonrisa, ojos atravesados por ejes, mas arriba o mas abajo, pelo rubio pero no, rubio oscuro tirando a castaño, eléctrico en los dias de humedad. Pero sobre todo esa sonrisa. Si hasta los ojos se te sonreían y tus manos hablaban mas que tu boca...
El señor esperaba en su casa porque no quería morirse sin recordar como era. Esperaba que la archivista lo llamase, le dijese "tengo una foto, la foto del vestido rojo, la sola foto que ella vino a sacarse el día en que la declararon francesa". Esperaba en su casa mientras describía en su diario como hablaban sus manos, como podía convertir una sonrisa sincera en una mueca de payaso para alegrarle una mala noticia, como le gustaba cambiar de tanto en tanto los muebles de lugar par sentir que se renovaba y que lo renovaba con ella, como había cocinado para él un medallón de carne exquisito, preparando hasta las servilletas del color de su vestido rojo para decirle que nunca lo olvidaría y que acaso no seria el rojo lo que prenda fuego su casa sino el olvido de la sartén mientras la archivista buscaba, mientras el hombre esperaba solo y moría sin la imagen que había reconstruido pero para qué si su sonrisa seguía estando tan fresca cerca de él. Sin foto pero con sus manos que hablaban mas que su boca y su ronquido dulce que se filtraba en sus oídos mientras él dejaba caer su diario en la infinita noche. 

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire