dimanche 19 juin 2011

La isla

Se dice que se viene a la isla llorando y que llorando se parte de ella. Yo llegué a la isla escondiendo una lagrima entre mis papeles y tapando los huecos de mi barca con corchos de vinos y cervezas. Era necesario para ello beber bastante pues mi barca estaba repleta de agujeros y hacìa agua. Sin embargo, conseguì llegar a la isla sano y salvo y hasta me las arreglé para encontrar un pequeño mirador, dejar secar mis memorias y mis escritos de la lagrima incesante, y salir a recorrerla. Al final no fue la lagrima sino la eterna lluvia de la isla la que convirtiò mis escritos en un burdo charco de tinta. Pero sino hubiese sido por ella no hubiese podido comenzar a comprender que la isla no era solamente el lugar al que yo habia venido para destruir mis memorias: La isla era también un puerto, un paso obligado de una buena cantidad de viajeros que se habian dado cita tiempo atràs para encontrarse luego de alguna travesia peligrosa, en una ciudad alejada por las aguas y por sus incesantes lluvias. La isla era asì una suerte de posta, un lugar para reparar botes o para comprar otros nuevos, para redactar o descubrir nuevos mapas, para intercambiar leyendas con otros viajeros y advertirlos de las oscuras sombras que rondan en las profundidades de los mares aledaños.
La isla también estaba poblada de sirenas de esas que cantan y vuelven locos a los marineros. Algunas de ellas desafinaban y habia que abrazarlas por las noches para consolarlas. Siempre supe que yo habìa venido a la isla atraìdo por el canto de una de ellas, pues los cantos de las sirenas cuando se oyen a la lejanìa y en la noche no enloquecen sino que inspiran al viajero. Su dulce melodia (aunque desafinada) les atraviesa el corazòn y dibuja en su alma colores de otras tierras. Asi el viajero termina por abrir una botella de vino y dedicarse algunas noches de luna a escribirles a las sirenas una poesia por demàs incoherente.
...
Los años en la isla pasaron muy rapidamente. A ellos les debo el haber conocido a una buena cantidad de viajantes, piratas y marineros que se encontraban en la isla, algunos desde hacia años.  Los habìa que poseìan botes màs descuidados que el mìo aùn y hacìa falta màs que vino y cervezas para mantenerlos a flote. Otros eran dueños de barcos tan relucientes que la madera parecìa de oro y plata y enceguecìa a los peces mismos cuando se hacìan a la mar. De noche esos barcos guardaban la luz del sol en sus proas y la gente los llamaba "estrella de mar" o "ojos de viajero". Algunos se habian extraviado y habian navegado un gran tiempo a la deriva y venian seguramente a la isla a tomar consejo o armar algùn mapa que les dibujasen otros marineros.
Algunos de ellos partìan de la isla en el mismo bote, otros eran simplemente solitarios. Otros huìan de las sombras de las profundidades del mar y algunos, que juraban haberlos encontrado, habìan vendido y hasta quemado sus botes para no hacerse a la mar nunca màs y poder descansar en tierra firme el resto de sus dìas. Los otros viajeros los miraban entonces con desprecio y partìan ràpido en busca de la isla en la que ellos mismos quemarian sin saber su bote para siempre. 
Yo llegué escondiendo una lagrima entre mis papeles. La lluvia de la isla se encargò de disolverla y convirtiò mis letras dibujadas con precisiòn en una burda mancha de tinta. También fue en la isla que otros viajeros me ayudaron a reparar mi bote como yo el de ellos y ambos comprendimos asì porquè la isla deberia ser un lugar de paso obligado, una posta. Alli también adopté seres de mil colores que me seguirian bajo el agua y un pececito de sol que encontrò hogar en la proa de mi barca proclamàndose guia de mi pròximo viaje pues la noche en altamar solìa ser muy oscura. Me quedarà tan sòlo comenzar a dibujar poco a poco un nuevo mapa o dejar que mi pez de sol me guìe entre las olas. La hora de partir està cerca y mi bote, anclado en el muelle mas cercano, reluce orgulloso sus nuevas maderas y algùn que otro agujerito que se taparà en altamar, cuando el recuerdo de la isla, sus sirenas y sus viajeras despistadas venga a visitarme junto con la sombras que habitan en las profundidades del océano.   
No hay lagrima alguna entre mis papeles, y si acaso habrà nostalgia, serà aquella de encontrar lo que tengo delante.

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